El "tipping point" del patrimonio

 



El punto de inflexión o tipping point es el punto crítico más allá del cual tiene lugar un cambio significativo y, a menudo, imparable. Esto ocurrió con la Fiesta de los Patios de Cordoba (FPC) hace ya mucho, seguramente en algún momento poco después de su incorporación a la lista Unesco. En realidad, es una ficción hablar de la FPC como algo que comienza con el Concurso de Patios Populares que el Ayuntamiento cordobés convocó por primera vez en 1921 y que Unesco incluyó en su Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial en 2012. Lo es porque parece que en 2012 se tratara solo como de sacar una foto de lo que ya había con el fin de reconocer este elemento patrimonial y preservarlo. Esa foto, en realidad, cambió lo retratado, la FPC, irremisiblemente. De manera resumida, el efecto de la inclusión fue la conversión de una fiesta popular (que nunca había sido masiva), en una ruta de turismo cultural. Por tanto, mejor ser realistas y decir que la FPC actual comenzó en 2012 y tiene 11 años de antigüedad en lugar de 102. Para evitar confusiones la llamaré FPC-U (con U de Unesco). 


El problema actual es si las 413.000 visitas recibidas solo durante la primera semana no amenazan esta nueva FPC-U (www.eldiadecordoba.es/fiestas-mayo-cordoba/patios/primera-semana-Patios-Cordoba-visitas_0_1790821837.html). ¿Estamos todavía lejos del tipping point en el que la masificación habrá hecho inviable la FPC-U y será necesario pasar a otra fiesta diferente, FPC-?, quizás en el metaverso? Si existiera ese punto de inflexión, lo lejos que estuviéramos de él proporciona el margen que los gestores culturales (públicos y privados) aún tienen para tomar medidas. En Más allá de los límites del crecimiento Meadows et al. (1992) dieron un ejemplo extraordinariamente gráfico de los efectos del punto de inflexión y de la dificultad de su gestión cuando el crecimiento es exponencial: 


“suponga que es propietario de un estanque en el que crece un nenúfar. La planta duplica su tamaño cada día. Si se permitiera a la planta crecer sin limitaciones, cubriría completamente el estanque en un plazo de 30 días, ahogando cualquier otra forma de vida en el agua. Durante un largo plazo de tiempo la planta parece pequeña, por lo que uno no se preocupa por ella hasta que cubre la mitad del estanque. ¿Qué día ocurrirá eso?” (Meadows et al. 1992, 47).


Dejo al lector pensar cuál es la respuesta correcta. El ejemplo nos lleva al concepto de capacidad de carga: ¿cuántos nenúfares puede soportar el estanque para que siga teniendo otras formas de vida? En nuestro caso se trata de aplicar la idea al patrimonio, concretamente al Patrimonio Cultural Inmaterial (PCI). La expresión “capacidad de carga” es bastante gráfica: ¿cuántos turistas pueden cargar, soportar, los Patios de Córdoba? Pero más allá de esta comprensión intuitiva, hay matices interesantes para abordar el asunto del punto de inflexión en la masificación turística de un bien patrimonial. El concepto de capacidad de carga proviene de la ecología, donde se lo define para cada especie y cada ambiente en el sentido del tamaño máximo de población que ese ambiente puede soportar indefinidamente en un periodo determinado. En el caso del turismo, la definición más utilizada es la proporcionada por la OMC, según la cual “la capacidad de carga de un destino turístico puede definirse como el número máximo de personas que pueden visitarlo al mismo tiempo, sin causar la destrucción del entorno físico, económico y social" (https://ec.europa.eu/environment/iczm/pdf/tcca_material.pdf). En la p. 30 del mismo informe de la Universidad del Egeo citado pueden leerse otras definiciones similares. 


La determinación de la capacidad de carga turística puede consistir en evaluar los impactos medioambientales, sociales y económicos causados por el turismo. Glasson (1994, p. 144), por ejemplo, define la capacidad de carga como “el número de visitantes que una ciudad patrimonial puede absorber sin impedimentos para las demás funciones urbanas sociales y económicas que realiza”. Para ello se pueden utilizar medidas objetivas de la proporción de turistas como la ratio entre visitantes y residentes, o el número de alojamientos turísticos por residente. También, la capacidad de carga puede incluir la percepción de la población residente respecto de los turistas, de forma que la capacidad de carga finalmente se excede cuando hay un desequilibrio entre perjuicios y beneficios para los residentes (Muler et al. 2018).


Todas esas definiciones se centran en el efecto que turistas o foráneos, digamos, causan en la estabilidad del sitio o del elemento patrimonial visitado. Una denominación diferente, que apunta al efecto que la saturación tiene sobre los propios visitantes, es la de “capacidad de acogida”. Pero se trata, como digo, solo de una denominación que los autores usan indistintamente. Así Gómez-Limón y Gacía (2014) recogen que la primera vez que se utilizó el término “capacidad de carga o capacidad de acogida” fue en un estudio que Sumner hizo en 1942 sobre el turismo en las montañas de California indicando que había un “punto de saturación recreativa”, o lo mismo una capacidad de carga definida como “máximo grado de uso recreativo que un sitio silvestre puede recibir de forma que se mantenga la conservación a largo plazo”. No obstante, hay un matiz muy importante para el caso del PCI al que alude la denominación capacidad “de acogida” en lugar de “carga”, y es la dimensión temporal. Las definiciones de capacidad de carga turística indicadas antes presentan la capacidad como una variable stock puesto que se refieren a una cantidad (de turistas) en un instante determinado. Por el contrario, la definición de capacidad de carga de la ecología, o la capacidad de carga/acogida usada en la gestión de espacios naturales, es una variable flujo ya que se refieren a un período y no a un instante determinado. 


El PCI, por ejemplo la FPC, es un patrimonio vivo, es una práctica realizada en el tiempo por individuos y grupos humanos que persiguen conscientemente objetivos de acuerdo con una tradición de actuación. Tal como dice la Ley 10/2015, de 26 de mayo, para la salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial en su art. 3.g, el patrimonio cultural inmaterial “por naturaleza es un patrimonio vivo, recreado y experimentado en tiempo presente y responde a prácticas en continuo cambio, protagonizadas por los individuos y los grupos y comunidades.” En cuanto práctica, tiene un determinado significado para quienes la realizan, mientras que la Catedral de Notre Dame o el Cañón del Colorado no tienen sentido para sí mismos. Por eso, la capacidad de acogida entendida como “punto de saturación recreativa” en el caso del PCI es una situación de saturación tal que eso vivo que es el PCI ha tenido que cambiar tanto que se ha transformado. Quizás, incluso, se ha perdido. Si eso pasa, ya no tenemos la FPC sino la FPC-U. Justo antes los nenúfares estaban a punto de cubrir el estanque y acabar, o transformar completamente, la práctica cultural. Con 413.000 visitas no sé cuánto del estanque permanece todavía libre.


Referencias


Glasson, J. (1994). Oxford: a heritage city under pressure. Tourism Management, 15(2), 137–144. https://doi.org/10.1016/0261-5177(94)90007-8


Gómez-Limón, J. y García, D. (2014) “Capacidad de acogida de uso público en los espacios naturales protegidos”. Cuadernos de la Red de Parques Nacionales, 3. https://www.miteco.gob.es/es/ceneam/recursos/materiales/acogida-uso-publico.aspx


Meadows, D. H., Meadows, D. L. y Randers, J. (1992) Más allá de los límites del crecimiento. Aguilar


Muler Gonzalez, V., Coromina, L. and Galí, N. (2018), "Overtourism: residents’ perceptions of tourism impact as an indicator of resident social carrying capacity - case study of a Spanish heritage town", Tourism Review, Vol. 73 No. 3, pp. 277-296. https://doi.org/10.1108/TR-08-2017-0138)


Sumner, E. L. (1942). The biology of wilderness protection. Sierra Club Bulletin, 27(8): 14-22.


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