¿Datos arqueológicos o bienes culturales?

      

Imagen: Álex Gallegos en www.cordopolis.eldiario.es


Muy cerca de mi casa han aparecido unos restos arqueológicos, justo en el lugar donde está planificada la construcción de una avenida que alejará el tráfico de las casas, o sea, también de la mía. Soy parte afectada, por tanto. Los restos “podrían corresponder a un complejo monástico cristiano datado en el siglo VIII, coincidiendo con los primeros años del Emirato independiente fundado por Abderramán I.” https://cordopolis.eldiario.es/cordoba-hoy/local/ayuntamiento-preve-elevar-acabe-julio-informe-restos-ronda-norte_1_12468892.html Entre los arqueólogos de mi ciudad existe el temor de que las autoridades destruyan el yacimiento para continuar con la construcción de la avenida según lo planificado. Alguno de ellos da a entender que se destruiría una “iglesia mozárabe y su correspondiente monasterio” y que no se puede poner “la carreta encima De la Iglesia”.  Concluye que “ojalá se conserve la iglesia, ojalá no haya Ronda” https://cordopolis.eldiario.es/blogopolis/cordoba-arqueologia-nuestra/ronda-norte-no-iglesia-no-hemos-topado_132_12470948.html.  Creo que esas frases son licencias poéticas bien intencionadas. Por supuesto, allí ya no hay ninguna iglesia desde hace muchos siglos, porque el tiempo y la inquina la destruyeron, igual que al monasterio anexo.  Si lo que hubiera fuera una iglesia y no sus restos, entonces no habría debate social alguno: hoy no hay alcaldes que se atrevan a destruir iglesias del S. VIII, ni leyes que lo permitan.


¿Qué es entonces lo que tratan de salvar los arqueólogos? Los restos arqueológicos son las datos con los que formular y justificar hipótesis acerca de cómo era y qué había en el territorio. A veces, esos datos no pueden preservase mediante su registro; entonces, los yacimientos arqueológicos son un yacimiento de datos porque mientras existan será posible conseguir observaciones nuevas casi indifinidamente. Por tanto, el trazado previsto de la avenida amenaza los futuros datos científicos sobre el pasado de la ciudad.  Por otra parte, un amigo arqueólogo comenta que la destrucción de los restos será negativa para una ciudad cuyo turismo es cultural y más concretamente histórico. Nos guste o no, la gente no viene a Córdoba por su presente, sino por su pasado, o más precisamente, por cómo en el presente se ha preservado su magnífico pasado. Los yacimientos arqueológicos, por lo tanto, serían una riqueza turística.  No tengo muy claro cuánto lo sean, al menos en comparación con otros atractivos turísticos como un campo de fútbol o un parque temático, que suelen atraer muchos más turistas. En todo caso, a los arqueólogos no les queda más remedio que exhibir también ese argumento para proteger sus yacimientos de datos. 


Leo en un libro sobre integridad científica que los datos son hechos e informaciones que sirven para tomar decisiones, argumentar o calcular (Macrina, 2014). Pero ni la palabra “hecho” ni “información” son claras y distintas. Mejor comenzar con que la ciencia parte de la observación. Quiere decirse que al principio fue el ojo que miraba, se asombraba y se preguntaba cómo era posible lo observado. Actualmente, la observación es una metáfora, dado que la apertura atenta del ojo puede sustituirse por la de un diafragma fotográfico, o por cualquier aparato que registre algo o por una anotación realizada previamente. La observación alude a que la ciencia natural parte de algo que no ha realizado el científico, algo que se encuentra y que está dado (el dato). El científico puede poner el método de descubrimiento y recopilación de los datos, pero estos se le oponen como una realidad ajena. El esquema científico es, entonces, observación más formulación de hipótesis que expliquen lo observado. 


(El asunto en las ciencias sociales es más turbio. Por un lado, algunos métodos implican que lo observado surge de la interacción con el científico, no es algo previo por lo tanto a su actividad investigadora, caso de la investigación participante; por otro, lo que se da en el dato depende de la comprensión del mismo, o con otras palabras, incluso ser algo dado no queda al margen de la interpretación del investigador que lo recibe en el método hermenéutico). 


Para probar la hipótesis, sobre todo mediante la colaboración con otros científicos, hay que registrar lo observado. Este registro de lo observado , el registro del dato, es en rigor el dato científico. Captar, percibir y registrar van de la mano; datos observados pero no registrados son datos perdidos, inútiles para justificar una conclusión científica. La mera observación es una percepción efímera sobre la que no podemos volver, así que es necesario el registro. En ese registro de lo dado, del objeto, interviene ya inevitablemente el sujeto. Por eso los datos científicos tienen dueño. Sin duda las observaciones también, pero en un sentido figurado (mis observaciones, no las tuyas). Al registrar las observaciones en algún soporte mediante la actividad y la dirección de uno o más científicos, es justo que las leyes otorguen su propiedad (intelectual) a quienes han hecho ese trabajo o a las instituciones para las que trabajan. Determinar las buenas prácticas científicas en este punto incluye cuestiones arduas, como la protección de los datos no publicados, la forma de publicar los datos y resultados, o el acceso a aparatos de recopilación de datos.  


El argumento del atractivo turístico de los restos arqueológicos (una vez “puestos en valor”), arraiga en una peculiaridad de los datos arqueológicos consistente en que, a la vez que son datos científicos, también son patrimonio cultural (o sea, patrimonio nacional). En realidad, es aquí a donde quería llegar. Defendiendo legislaciones más permisivas para el comercio internacional de bienes culturales, J. Cuno (2006) alegó la diferencia entre los artefactos arqueológicos y la propiedad (o patrimonio) cultural. Los primeros son hechos científicos; lo segundo, un constructo político con importancia identitaria. Cuno defiende que ambas cosas son diferentes e incompatibles. Los hechos científicos deben estar a disposición de todos los científicos porque la ciencia es una empresa colectiva. Por eso Merton (1973) indicaba que uno de los rasgos de la práctica científica es la disponibilidad común de los bienes científicos, lo cual incluye los datos. De otra forma Newton no hubiera podido decir que veía más lejos porque iba a hombros de gigantes. En cambio, el patrimonio cultural es el testigo de la historia de una cultura, de un pueblo; es cualquier cosa que dé testimonio del arte, la historia o la identidad de una cultura particular. Basta consultar el preámbulo de cualquier ley española para verlo, y más si es autonómica. Por consiguiente, el patrimonio cultural es algo sustancialmente distinto de los datos científicos. Cuno añade que el nacionalismo defiende en todas partes que los restos arqueológicos bajo tierra son de importancia para la identidad nacional, esto es, que los yacimientos arqueológicos forman parte del patrimonio nacional. 


Cuno realiza tres afirmaciones distintas: a) los restos arqueológicos son hechos científicos [datos], b) el patrimonio cultural es un construcción política y, c), el nacionalismo defiende que los restos arqueológicos son importantes para la identidad nacional. Dado que c), entonces los restos arqueológicos son patrimonio cultural y, por tanto, bienes de dominio público. Pero, según b), entonces los restos arqueológicos son una construcción política, lo cual parece absurdo, dado que a) es obvio. A mi juicio, a) y b) no son incompatibles, pero ambas cosas son independientes de c). Hasta hace algunos años, la concepción universalista del patrimonio era más importante, y la definición del mismo no era como dije en el párrafo anterior. La Convención de La Haya de 1954 definía el patrimonio cultural (más exactamente, lo que hoy denominamos así) como los bienes que tienen gran importancia en la herencia cultural de cualquier pueblo, lo cual alude al ideal de una comunidad política universal o cosmopolita, no nacional.  Pero aproximadamente desde los años setenta, el patrimonio cultural se entiende como “patrimonio histórico”, esto es, como lo que da testimonio de la historia de una cultural nacional, y la cláusula c) hace valer sus derechos. Desde entonces y hasta hoy, la defensa del valor universal de los datos científicos arqueológicos pasa por su vinculación con la identidad nacional; o regional; o hasta local… difícil tarea si no se logra transmitir que el yacimiento merece formar parte del turismo cultural. 


 Referencias


Cuno, J. 2006. View form the Universal Museum. En J. Merryman (Ed), Imperialism, Art and Restitution. CUP.

Macrina, F. 2014. Scientific Integrity. Text and Cases in Responsible Conduct of Research. ASM Press.

Merton, R. K. 1973. The Sociology of Science. University of Chicago Press


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