El regreso del casticismo

 


Parece que está de moda lo local, lo nacional (“nación” a gusto de cada cual), lo local incluso. Esto suscita varias cuestiones interesantes: ¿el auge de lo castizo enriquece la vida cultural? ¿está mal que las políticas culturales locales defiendan el casticismo?¿La sostenibilidad medioambiental implica casticismo cultural?


El rapero C. Tangana inicia uno de sus temas más famosos con música de Semana Santa; Rosalía saltó a la fama reutilizando clásicos del flamenco como Pastora Pavón o Pepe Marchena. Se reivindica lo rural y local en el cine con As bestas y Alcarràs (la “España vaciada” está de moda) . Y qué hay de la cerveza artesanal, y local, o incluso del barrio:  Fábrica Maravillas en Malasaña, o El Silo de Hortaleza https://www.elmundo.es/papel/historias/2023/05/24/64679a4ee4d4d89f468b45b5.html . Porque claro, la cocina de autor tiene que basarse en la tradicional, sea interpretada o deconstruida. En general es orgullo y defensa de lo característico, tenga forma de idioma o de romería. Se trata de reivindicar, inspirarse y complacerse en lo propio, en lo de cada sitio, en lo de cada uno. En cuestiones culturales, mirar a lo extranjero e imitarlo, podría ser hasta cateto. El caso de Blanca Paloma en Eurovisión es solo una muestra de una tendencia muy general de las audiencias hispanohablantes. Los grandes éxitos en Spotify en los países anglófonos son en más del 80% en inglés. Del resto, algunos éxitos son en español y también en otros idiomas (aunque “gana” el nuestro, si bien eso no es aquí lo importante). En cuanto a los países hispanófonos el porcentaje de éxitos en inglés ha caído en los últimos cinco años del 25% a alrededor de un 12%. El resto… son éxitos en español, ¡solo en español! Ningún otro grupo lingüístico, ni siquiera el inglés, tiene un gusto tan avasallador por lo propio (The Economist, 29 de enero 2022). ¿Vivimos el regreso del casticismo?  



Unamuno definió lo castizo como lo “puro y sin mezcla de elemento extraño” (En torno al casticismo, 1985, cap. I) y el concepto sirve para cuando la cultura propia se percibe amenazada por influencias extranjeras, como en tiempos de la Ilustración respecto de las nuevas ideas allende los Pirineos. Unamuno se quejaba de lo frecuente que era en España (1895) este sentimiento de amenaza: “elévanse a diario en España amargas quejas porque la cultura extraña nos invade y arrastra o ahoga lo castizo”.  También Ortega y Gasset denunciaba “la ininterrumpida tradición del imperativo casticista” (Azorín: primores de lo vulgar 1917). En el tránsito del siglo XIX al XX, marcado por el “Desastre del 98” y la crisis de identidad nacional, el casticismo se explicaba como reacción defensiva. El neo-casticismo actual respondería a motivos distintos: aparte de que cincuenta años después del franquismo, muchos españoles (y sobre todo jóvenes) están contentos de serlo, la autoestima regional es un efecto lógico del sistema autonómico. Una causa más concreta ha podido ser la pandemia que ha revalorizado (a la fuerza ahorcan) lo cercano y lo local, desde los productos de proximidad a las relaciones con los parientes https://www.elmundo.es/papel/historias/2020/10/24/5f89b7c421efa0e6128b46a5.html. Y relacionada con la pandemia, pero más general, cuenta una reacción a la globalización. Y aquí hay varias cuestiones. 


Por un lado, y paradójicamente, el neo-casticismo es una reacción a la homogeneidad cultural que supuestamente ha traído la globalización. En inglés todo suena igual, de forma que si volvemos a lo español podremos percibir las diferencias. La paradoja está en que en el S. XIX el casticismo fue una reacción al cosmopolitismo ilustrado, mientras que ahora la vuelta a lo propio se asociaría a la conciencia de vivir en un mundo común cuya sostenibilidad medioambiental y cultural estarían amenazadas. Con otras palabras: ¿hay que ser castizos a fuer de sostenibles? A la vuelta del nuevo milenio, Robertson y otros popularizaron el término glocalización y glocal, una mezcla de lo global y lo local (“Robertson, R. (2001). Globalization theory 2000+: Major problematics. En G. Ritzer & B. Smart (Eds.), Handbook of social theory (pp. 458–471). London: Sage.). Glocal significa concretamente “la interpenetración de lo global y local provocando resultados diferentes en distintas zonas geográficas”. Lo castizo actual, en realidad, sería glocal, un elemento cultural fruto de una época globalizada. Por otro lado, lo castizo glocal, es un producto de negocio mediante el que se vende nostalgia, autenticidad e incluso humor, pues muchas veces la recuperación de lo tradicional es irónica. Es un  ejemplo más de la ley de Say: los mercados de los simbólico se expanden creando su propia demanda. Finalmente, el neo-casticismo es también un proceso antropológico y no solo económico. Adrián Mediavilla habla de una “gentrificación de lo popular”, y Andrés Cabello de que con el Neo-casticismo nos hemos convertido en “turistas de lo tradicional” (https://www.elmundo.es/papel/cultura/2022/05/18/627e567121efa02e388b4584.html)  Se trataría de  que grupos económicamente acomodados se apropian de lo castizo como nuevas alternativas de ocio o de estilo. Lo mismo sucedió en el casticismo clásico del XIX, cuando la aristocracia se mimetizaba con el populacho en verbenas y corridas de toros. Se trataría de un supuesto caso de “apropiación cultural” pero una apropiación “interna” pues no se utilizan contenidos de otras culturas sino de la propia en un sentido distinto del original.  


Ahora bien, ¿y qué si pasa todo esto? ¿conlleva algún problema normativo? Al menos tres. Uno de tipo epistemológico es el de la posibilidad de constatar tendencias de cambio cultural: ¿cómo saber si realmente vivimos un momento, o una época, neo-castiza? Es el mismo problema de saber si la globalización ha ocasionado un empobrecimiento cultural a través de la homogeneización de los productos culturales de masas, o si ha sucedido lo contrario gracias a la emergencia de lo glocal. La segunda cuestión es en realidad una reformulación: ¿el auge de lo castizo enriquece la vida cultural o lo contrario? Y por último, ¿deben las políticas culturales fomentar lo castizo? Comentaré las tres cuestiones en orden inverso. 


Ortega distinguió entre castizo y casticismo. Castizo es lo que decía Unamuno: lo que somos en el fondo, lo que el filósofo vasco llamaba intra-historia. Casticismo es una exaltación de lo propio y un rechazo correspondiente de lo ajeno, ambas cosas síntoma de un complejo de inferioridad porque, decía Ortega, “queramos o no somos españoles, y huelga, por tanto, que encima de esto se nos impere que debemos serlo”. Donde pone “españoles”, que cada uno ponga lo que quiera, que no cambia el argumento. Pues bien, el casticismo no es una buena política cultural porque impulsa a los creadores culturales a que imiten el pasado de España, de Andalucía o de Córdoba, en vez de animarlos a proponer novedades. Se podría pensar que, si bien las políticas culturales no deben ser casticistas, sí deben defender lo castizo, esto es, lo auténtico de cada sitio. Las políticas autonómicas de protección del patrimonio están inspiradas por este ideal castizo, pues entienden el patrimonio como el reflejo de la identidad. Para no irnos más lejos, la Ley 14/2007, de 26 de noviembre, del Patrimonio Histórico de Andalucía comienza afirmando que “el Patrimonio Histórico constituye la expresión relevante de la identidad del pueblo andaluz”. Nada menos, pero tampoco nada más. Este ideal castizo es válido para proteger el patrimonio, pero no para enriquecerlo ni, más en general, para orientar otro tipo de políticas culturales pues, volviendo de nuevo a Ortega, por ser la identidad colectiva espontánea y fluida, lo castizo no puede convertirse en norma.  O somos castizos sin saberlo, o somos meros imitadores. Desgraciadamente, la tentación casticista es muy fuerte en las políticas culturales locales. 


En segundo lugar, ¿enriquece el auge de lo castizo la vida cultural? Si entendemos por casticismo una reivindicación e imitación del pasado nacional, pasado al que atribuimos nuestra esencia (supuestamente fija), entonces el casticismo es empobrecedor, porque es imitación al fin y al cabo.  En cambio lo castizo, si es lo que en cada momento somos, ni empobrece ni lo contrario, porque es solo un punto de partida. Además, hay una forma no orteguiana de casticismo a la que antes aludí, y es la interpretación creativa de lo castizo, utilización lúdica e incluso auto-paródica. Y finalmente, una cultura carente de elementos castizos tendría que ser también imitativa, pues no es posible la espontaneidad permanente. Sería imitativa de otras culturas. Esto nos lleva a la primera cuestión, la de cómo saber si la globalización ha ocasionado un empobrecimiento cultural. 


Es la pregunta más difícil. Al menos desde los años noventa cundió el temor de que la globalización de la industria cultural norteamericana podría perjudicar al audiovisual europeo (sobre todo francés), y a partir de ahí a idiomas distintos del inglés y con ello a expresiones culturales distintas del cine. Para impedirlo, los negociadores europeos en la Organización Mundial del Comercio consiguieron una excepción cultural, medidas proteccionistas para salvaguardar la variedad cultural. No obstante, la uniformidad en el origen no implica por sí misma menor calidad de las obras culturales. No es contradictorio pensar una situación en que todas las películas sean made in Hollywood, pero en la que todas sean mejores que las películas nacionales que se habrían podido ver en su lugar. Más allá del cine, podemos pensar que los artistas y creadores allende los límites de mi villa, son todos y todas mejores que los artistas locales. No es contradictorio que el arte, el cine o la literatura extranjeras sean mejores por el hecho de serlo. Unamuno apunta que la voz barbarismo sugería que las palabras de origen extranjero habían sido acuñadas por bárbaros, lo cual es una barbaridad. Por supuesto, si asumimos un planteamiento identitarista (que no es mi caso), según el cual la cultura (y me refiero al arte, la literatura, etc.) es la expresión de una identidad grupal, entonces la suposición anterior no es aceptable. Pero incluso defendiendo, como es mi caso, el valor individual de la cultura, sí es razonable pensar que lo propio, lo castizo, que es tautológicamente un ingrediente necesario de la variedad cultural, también añade calidad o riqueza a la vida cultural. A diferencia del identitarista, para mí la variedad cultural es irrelevante si no añade posibilidades a esa vida cultural. Hace falta, por tanto, una justificación independiente de lo castizo. Pero la hay: la posibilidad de apropiarse de lo propio para distorsionarlo y reutilizarlo. 


(copyright de la foto inicial: Gabriel Pastor)






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